El mar y nosotros

Muchacha en la ventana, Salvador Dalí


 Este cuadro fue pintado en 1925. Es de estilo realista. Y se conserva en el Museo Reina Sofía. El cuadro pertenece a la etapa formativa del artista, cuando este tenía veinte años y el surrealismo no había influido todavía de manera apreciable en su pintura. Representa a la hermana del artista, Ana María, asomada a la ventana, de espaldas, en la casa de vacaciones que la familia poseía en Cadaqués, a la orilla del mar. Dalí realiza un trabajo de gran uniformidad cromática (tonos azules) y sencillez en la composición, donde la muchacha nos introduce en el paisaje que ella contempla.

“Soy inseparable de este cielo, de este mar, de estas rocas, estoy ligado para siempre a Portlligat.” Salvador Dalí


Era una mañana de primavera. Yo estaba en la casa de la playa de mis padres, como solía hacer cada vez que salía un poquito el sol. En aquel momento estaba apoyada sobre el poyete de la ventana de la habitación de mi hermano Ander. Aquella habitación era la que mejores vistas tenía de toda la casa, daba al mar y más al fondo se veía el pueblito vecino. Desde que tengo uso de razón me encanta pasar aquí las horas. Es mi rincón seguro, aquí nada ni nadie me molesta. El único ruido que escucho es el de las gaviotas que revolotean por los alrededores buscando algún pececillo o cangrejo, y mi sonido favorito, el del mar, a veces tranquilo, otras agitado.

Mientras contemplaba aquella maravilla, corría una suave brisa que acariciaba mis mejillas y se respiraba el olor salado, no podía estar más feliz. Aquello era lo único que necesitaba. Fue entonces cuando mi madre gritó:

- ¡Oliviaaa, baja ahora a poner la mesa!

Bajé las escaleritas de madera a toda prisa y entré en la cocina. Mi madre había preparado mi comida favorita, pulpo a la gallega con patatas. Cogí los cubiertos y los platos y los llevé al patio. Íbamos a comer en la mesa de fuera porque el día lo merecía. Ya estábamos sentados mi padre, mi madre y yo pero faltaba Ander. Después de estar esperando como media hora, decidimos empezar a comer sin él, y, a los minutos, le vimos llegar.

Ander es mi hermano pequeño, nos llevamos siete años de diferencia. Hace un par de meses cumplió dieciséis años. Desde que somos pequeños, siempre que venimos a la casa de la playa vamos por las tardes a la cala que tenemos al lado, es nuestro lugar favorito, allí nos sentamos y pasamos horas hablando y riendo. Aquel día no quiso comer, solo se encerró en su habitación.

A la mañana siguiente me acerqué a su cuarto, llamé a la puerta y le dije que si le apetecía ir conmigo al pueblo de al lado a comprar unas cuerdas para arreglar el balancín del patio. Aceptó mi propuesta, se vistió y nos fuimos. Mientras caminábamos no abrió la boca. Entonces le pregunté qué le había pasado ayer, que por qué se fue a su cuarto y estaba así.

Me dijo que papá y mamá el día anterior le dijeron que estos serían los últimos días que pasaríamos en la casa de la playa, que ya no podían hacerse cargo de ella y la iban a vender. Cuando escuché eso no pude retener las lágrimas, aquella era la casa de nuestra infancia, nuestro lugar seguro…

Por la noche, a la hora de la cena, saqué el tema y creo que fue lo peor que pude hacer. Mi madre empezó a llorar, mi padre a gritar, y Ander se levantó y se fue de casa. Yo me fui tras él, sabía perfectamente a dónde iba, a nuestra cala.

Pasamos el rato allí sentados, charlando, recordando todos los momentos vividos… Poco después mamá y papá también bajaron con nosotros, se sentaron a nuestro lado, nos abrazaron y, en silencio, todos contemplamos el mar, aprovechando aquel instante, el que puede que fuera nuestro último recuerdo en la cala.

Entonces, en ese momento silencioso, fue cuando me di cuenta de la suerte que tenía realmente, la suerte de tener una familia que me quería, que siempre me ha dado todo lo posible y más. Supe que no me habían contado aquello porque querían que disfrutara los últimos días allí como siempre lo hice. Supe que no necesito más, que allá donde vaya, sea donde sea, les voy a tener a ellos, y eso es lo único que realmente necesito, porque ellos son lo que hacen que cualquier lugar en el mundo tenga esa magia, ese aire hogareño con el que tanto romanticé aquella casa en la playa.

La última mañana allí, la pasé apoyada en el poyete de la ventana. El mar siempre estaría ahí y yo siempre tendría a mi familia.

 

Para leer más acerca del cuadro:

https://historia-arte.com/obras/suspiros-de-sal-muchacha-en-la-ventana

https://www.museoreinasofia.es/coleccion/obra/figura-finestra-figura-ventana

https://lacamaradelarte.com/obra/muchacha-en-la-ventana/